Roberto Hidalgo Flor
La retroalimentación es una condición importante en todo sistema, en el mundo real todos los sistemas son abiertos y, además, complejos, por lo tanto, reciben información desde adentro y desde afuera. La retroalimentación permite al sistema continuar o corregir acciones para cumplir con su objetivo. En las instituciones de educación superior, el sistema recibe y genera retroalimentaciones de los subsistemas que lo componen, pero también hay retroalimentaciones de unos subsistemas hacia otros (por ejemplo, de docentes a estudiantes y viceversa, o de autoridades hacia el personal docente y administrativo).
En el caso de los docentes, en el país se ha generalizado (e inclusive reglamentado) la aplicación de un concepto de evaluación integral que incluye los componentes de autoevaluación (el mismo docente), coevaluación (realizada por pares académicos y directivos) y heteroevaluación (a cargo de los estudiantes). El objetivo es que el docente mejore su trabajo y desempeño académico. Objetivo que es relevante y loable, para la institución y para el docente.
Por otro lado, conviene considerar que todo puesto de trabajo implica cargas físicas y/o mentales, “en el caso de la docencia universitaria, tiene una mayor relevancia la carga mental […] se refiere al conjunto de tensiones inducidas […] que pueden desencadenar en alteraciones psicológicas o emocionales” (Vilaret y Ortiz 2013, 36). El conjunto de actividades y responsabilidades del docente son las que determinarán las tensiones a las que se vea expuesto y con ello la posibilidad de presentar síntomas del Síndrome de Burnout (o de desgaste profesional, agotamiento, sobrecarga emocional, fatiga). Entre los temas que pueden afectarle está la evaluación de la que es objeto, a veces al terminar cada curso, a veces al finalizar cada semestre; por sus actividades de docencia y/o de investigación y/o de vinculación y/o administrativas. Esta evaluación puede tener alta incidencia en el futuro laboral del docente, por eso la importancia de considerarla.
Los resultados de un estudio en una universidad privada en Quito indican que “el 23,8% de los docentes participantes sufren niveles preocupantes de Burnout, niveles de ‘extremo y bastante’ […] por tanto, su situación puede ser alarmante desde el punto de vista personal, profesional y laboral” (Vilaret y Ortiz 2013, 45). En otro estudio en una universidad pública, en cuanto a “violencia psicológica en el trabajo, un 87,2% de los investigados (163 docentes) indica que sí existe” (Lara y Pando 2014, 46), aunque se aclara que es en un nivel bajo de intensidad, pero se reconoce que se genera trastornos del sueño, ansiedad y fatiga.
Como se ha indicado, las afectaciones a los docentes se pueden originar en varias de sus actividades y responsabilidades, de todos modos, hay investigadores que creen que una buena parte de esas afectaciones provienen del proceso de evaluación (Campoverde 2017, 40), pues algunas veces puede ser bien utilizada (con una perspectiva de crecimiento) y otras de “castigo” o como pretexto (para negar un alza salarial o para despido). Conviene entonces profundizar en el conocimiento de la forma en que se realiza la evaluación a docentes universitarios, los efectos que produce, pero quizá, principalmente, el uso real que se le da en las instituciones de educación superior.
REFERENCIAS
Campoverde, Mélida. 2017. “La evaluación docente como arma para el acoso laboral y causante del síndrome quemado y estrés en los docentes universitarios del Ecuador”. YACHANA, Revista Científica 6(1): 39-46.
Lara, Juan y Manuel Pando. 2014. “El mobbing y los síntomas de estrés en docentes universitarios del sector público. Ciencia y Trabajo 16 (49):43-48.
Vilaret, Aimee y Ángela Ortíz. 2013. “Carga mental y Síndrome de Burnout en docentes a tiempo completo de una universidad de Quito”. Revista EIDOS 6:36-47.
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