Roberto Hidalgo Flor
La perspectiva de complejidad, planteada por Edgar Morin, establece que hay que dejar de lado la concepción de objetos y considerar que todo es sistema. Adicionalmente, cada sistema tiene subsistemas dentro de sí y cada sistema es parte de otro sistema. Esta cadena de macrosistemas, sistemas y subsistemas se influye, condiciona y se interrelaciona, hacia adentro y hacia afuera, pero también con otros sistemas.
Por otro lado, se establece el rol del sujeto como “observador-conceptuador” de una realidad (o de un sistema) y a esa realidad (u objeto) como lo “observado-percibido-concebido” por el sujeto, siempre bajo la perspectiva propia, influida por sus conocimientos y experiencias, por tanto, subjetiva. Al mismo tiempo, lo observado puede ser interpretado de forma distinta por otro sujeto o sujetos y, aún más, el sujeto y su observación son otro sistema observado por otro u otros sujetos, cada uno desde su propia perspectiva e intereses.
Si lo anterior lo aplicamos al sistema de educación superior, incluso sin considerar la normativa relacionada, sino solamente los actores que participan, se establece la complejidad que tiene este sistema. Hay que considerar objetivos, intereses y prioridades: de estudiantes, docentes, autoridades internas, personal administrativo, trabajadores, instituciones y autoridades relacionadas al sistema, proveedores, padres de familia, empresas e instituciones que reclutan estudiantes y graduados.
Cada uno de estos actores verá al sistema y subsistemas desde sus propios objetivos, intereses y prioridades; que van a ser distintos, muchas veces en sentido contrario, o quizá algunas veces en la misma dirección. En la perspectiva de complejidad y pensamiento sistémico se puede estudiar cada uno de los sistemas y de los actores antes indicados, y sus interrelaciones con los demás, pero también las contradicciones y las propuestas para superarlas. Queda abierta la invitación para hacerlo.